HISTORIA DE LOS CERRILLOS

Y más cerca en el tiempo, llegamos al siglo XX, en el que el propietario de Pago los Cerrillos era el General D. Francisco (Pancho) Aguilera, de convicciones más bien aperturistas aunque enormemente fiel a la monarquía de Alfonso XIII. Eligió su residencia de campo, “Los Cerrillos”, como lugar de reuniones con sus compañeros de armas con los que organizar sus estrategias de complot contra la dictadura de Miguel Primo de Rivera, que lo llevaron al primer intento de golpe de estado contra Miguel Primo de Rivera en lo que se denominó la Sanjuanada, así llamada porque estaba previsto el golpe para el 24 de junio de 1926. En la conspiración participaron los generales liberales Valeriano Weyler y Francisco Aguilera y Egea, junto con destacados miembros de la «vieja política» como el reformista Melquiades Álvarez, Sánchez Guerra, Villanueva.

En principio lo que pretendían Sánchez Guerra y Villanueva era retornar a la Constitución de 1876 y formar un nuevo gobierno, que podría estar presidido por un general, probablemente Dámaso Berenguer, jefe de la Casa Militar de Alfonso XIII. Según el historiador Eduardo González Calleja, la elección de Berenguer «puede entenderse como un indicio de la connivencia más que probable del rey, cuyas divergencias con el dictador, notorias desde hacía tiempo, se habían acentuado tras el paso del Rubicón que suponían la formación del Directorio civil, la constitución de la Unión Patriótica como partido del Gobierno y los primeros pasos para la implantación de un nuevo sistema parlamentario y constitucional». Pero finalmente el objetivo del golpe sería la convocatoria de Cortes Constituyentes, con lo que consiguieron el apoyo de los partidos republicanos. Sánchez Guerra, también atrajo a los partidos nacionalistas catalanes a través de Lluís Companys, que impulsó el Comité Revolucionario de Cataluña, en el que también se integraron los cenetistas.

Mientras, el general Aguilera buscaba los apoyos militares, especialmente entre los artilleros debido a su enfrentamiento con el Dictador Primo de Rivera. El apoyo más valioso que consiguió fue el del Capitán General de Valencia, Alberto Castro Girona.

El 14 de enero de 1929 se firmó el acuerdo de constitución de un Comité Revolucionario compuesto por tres miembros: un militar (probablemente, el general Eduardo López Ochoa), un monárquico (el propio Sánchez Guerra) y un republicano (Alejandro Lerroux, propuesto por Santiago Alba). En el programa político de la plataforma se introdujo un nuevo elemento de gran trascendencia: que la convocatoria de Cortes Constituyentes, estaría precedida por el alejamiento de España de Alfonso XIII, y que se celebraría un referéndum para decidir la forma de gobierno, si monarquía o república. A partir del 25 de enero varios delegados del comité recorrieron toda España para comunicar a las unidades militares comprometidas —21 regimientos de Artillería y varios de Infantería y Aviación— la fecha y la hora que se había acordado para la sublevación: entre las dos y las seis de la madrugada del domingo 29 de enero.

Pero la sublevación no prosperó y los artilleros de Ciudad Real fueron sometidos a un consejo de guerra. A pesar de ello pero, como señala Eduardo González Calleja, en el mismo se «evidenció que el Ejército comenzaba a retirar su apoyo a Primo, ya que los votos particulares de algunos vocales presionaron para que el capitán general de la Primera Región (el general Navarro) optase por la clemencia. La causa pasó al Consejo Supremo de Guerra y Marina, que anuló las sentencias de pena de muerte y cadena perpetua, y rebajó el resto». La sentencia del Consejo Supremo, dictada el 18 de diciembre de 1929, condenó a los 37 jefes y oficiales a penas de entre uno y doce años de prisión y al coronel del Regimiento Joaquín Paz Faraldo a veinte años de cárcel.

Así valoró el propio dictador Primo de Rivera el resultado de los consejos de guerra en un artículo escrito para La Nación pocos días después de su caída: “Los sucesos de Ciudad Real y Valencia, ligados entre sí menos graves en sí mismos, con serlo tanto, que la forma en que fueron juzgados y sentenciados los participantes en ellos, por un Consejo de Guerra de oficiales Generales, designados en su turno, que me dieron la desalentadora impresión de que el Ejército, que con tanta corrección, fidelidad y ciudadanía venía estando al lado de la Dictadura, se apartaba de ella. Todo esto llegó a impresionar a la opinión egoísta…, llegó a impresionar al Rey y a mí y empecé a anunciar que la Dictadura había fijado límite a su vida.”

Esto convirtió pues a Los Cerrillos de alguna manera en el lugar donde se fraguó el final de la dictadura de Miguel Primo de Rivera y como tal en un importante centro de protección de los principios de una sociedad abierta, plural y libre acorde con los tiempos que corrían en otros países de la vieja Europa. A pesar de ello, lo cierto es que todo acabó unos años después, tanto en España como en el resto de Europa, en las guerras interminables y fratricidas que obviamente conocemos entre 1936 y 1939, la Guerra Civil Española y entre 1939 y 1945 la Segunda Guerra Mundial.

 

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